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Título: OS VERSOS DO NAVEGANTE (Los versos del navegante). Antología bilingue español-portugués

Selección y prólogo de Lauren Mendinueta

Traducción al portugués de Nuno Júdice

Editorial: Assírio & Alvim

208 Páginas

 

Fragmento del Prólogo de la antología bilingüe Los Versos del Navegante de Álvaro Mutis

Álvaro Mutis ha mencionado abiertamente su amor por Portugal y su literatura. De hecho, en los años sesentas, Mutis firmó varios de sus escritos con el seudónimo de Arvar de Mattos, diplomático portugués. Me consta que habla un portugués muy cuidado, y nos ha dejado varios testimonios de ser un fiel lector de Fernando Pessoa. La prueba más contundente de su filiación con Pessoa la encontramos en uno de los textos capitales de su obra. Me refiero a “La desesperanza”, conferencia que ofreció en La Casa del Lago de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1965. Las que Mutis enumera en esta conferencia como las cuatro características de la desesperanza son también las mejores claves para la comprensión de su propia obra: lucidez, incomunicabilidad, soledad y estrecha relación con la muerte. Surge en este texto, también, la enumeración de algunas de sus obsesiones literarias: Malreaux, Conrad, Rimbaud, La Rochelle, Baudelaire, Proust, y por último Pessoa de quien cita completo el poema “Lisbon Revisited”. La presentación que hace Mutis del poeta portugués es muy significativa:

Hemos querido dejar de lado así fuera un rápido recorrido en busca de la desesperanza en la poesía. Sería éste un tema para otra ocasión. Lo que sí no podemos pasar por alto es la mención del máximo poeta de la desesperanza, Fernando Pessoa. Basta la lectura de cualquiera de sus poemas, para conocer hasta dónde alcanzó su buceo por las más quietas y oscuras aguas de la desesperanza.[1]

La presente antología es uno de los tantos homenajes que el poeta colombiano recibirá en el 2013 para celebrar sus 90 años de vida. La fotografías del libro son un generoso aporte de su amigo, el fotógrafo argentino Daniel Mordsinzki. Sin duda, nuevos reconocimientos se añadirán a la ya larga lista de premios que ha merecido Álvaro Mutis. Entre los que se destacan: Premio Príncipe de Astúrias de las Letras 1997, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 1997 y Premio Cervantes 2001. Espero que Los versos del navegante sorprendan a los lectores portugueses de la misma forma como vienen sorprendiendo desde hace más de seis décadas a los lectores de otras lenguas. Para un autor no existe mayor homenaje que la lectura de sus libros.

Lauren Mendinueta

Lisboa, enero de 2013

 

 



[1] Mutis, Álvaro, Poesía y Prosa (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura), pág. 298

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En pocas ocasiones la reseña de un libro de poesía ocupa la página complete de un periódico de circulación nacional en Portugal. Esta es una de esas felices ocasiones.

 

Reseña publicada en IBSILON suplemento cultural del periódico PÚBLICO de Portugal el 1 de junio de 2012
reseña en PDF (Aquí se puede ver la página tal y como se publicó en la edición portuguesa)

UN PAÍS QUE SUEÑA (ciem años de poesía colombiana)

Prólogo y selección de Lauren Mendinueta

Traducción de Nuno Júdice

Editorial Assírio & Alvim, 2012

Por David Teles Pereira

 

En Portugal las antologías colectivas de poesía extranjera nunca lograron ser más que proyectos descontinuados y, casi siempre, individuales. Hasta hoy ninguna editorial manifestó la más mínima intención de construir de forma crítica y sistemática un conjunto de antologías de poesía de otros idiomas, trabajo, que de ser tomado en serio, daría a los lectores portugueses un mapa de iniciación sin paralelo en la historia de las publicaciones de nuestro país. Tal vez sea justo reconocer en las editoriales Assírio & Alvim y Relógio d’Água un papel menos tímido a este propósito que el de su competidoras, pero aún así sus publicaciones son demasiado puntuales como para que se pueda hablar con propiedad de un verdadero proyecto.

Sirva esto para decir que basta con la publicación de “Un país de sueña (cien años de poesía colombiana) para que Lauren Mendinueta y Nuno Júdice ganen un lugar destacado en la divulgación de poesía en lengua extranjera. Este es, a pesar de todo, el mérito que esta obra tendrá siempre, y en cualquier circunstancia, en nuestro panorama editorial, sintomático de una dependencia de la poesía, principalmente si tenemos en cuenta que estas antologías panorámicas, por su dimensión y por los costos, difícilmente podrán ser publicadas por pequeñas editoriales que, en otras vertientes de la poesía todavía impiden el olvido. Libros como este son indispensables en un universo editorial en el que la publicación y la divulgación de poesía extranjera son por lo demás insatisfactorias.

“Um país que sueña” es una antología de cien años de poesía colombiana, no los últimos cien años, sino de aquellos que transcurrieron desde el nacimiento de José Asunción Silva, uno de los primeros modernistas, en el sentido de Rubén Darío, quien además construyó un universo estilístico y referencial próximo del gran poeta nicaragüese: El paciente:/Doctor, un desaliento de la vida
/ que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,/ 
el mal del siglo… el mismo mal de Werther,/ 
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi./ (…) 
El médico:/Eso es cuestión de régimen: camine/ 
de mañanita; duerma largo, báñese;/ 
beba bien; coma bien; cuídese mucho,
/ ¡Lo que usted tiene es hambre!…(p.27). Para completar puede contarse que el día 24 de mayo de 1886 Asunción Silva le pidió a un amigo médico que dibujara una cruz en el corazón. Esa misma noche se suicidó con un tiro en el lugar señalado.

A propósito de este poeta varios de los textos de otros autores, que van poblando esta antología, manifiestan una curiosa intertextualidad con su obra, comenzando por el de Santiago Mutis (hijo de Álvaro Mutis, otro de los grandes poetas colombianos) que tiene por título el nombre del poeta de Bogotá y que refleja, de cierta manera, los procesos de diálogo y conflicto que las generaciones de poetas colombianos han mantenido con su primer modernista: “ A lo largo de cien años/ hemos luchado para que al fin te parezcas/  a nosotros—dueños de tus cenizas/ Tu integridad/nos irrita y avergüenza/ Tu dignidad/ ofende/ a quienes han preferido/ otros caminos.” (p. 330).

Conviene mencionar que los los cien años retratados en esta antología corresponden a un periódo particularmente turbulento de la historia de Colombia, marcado por una gran inestabilidad política y social y por episodios de gran violencia, una época oscura, como aparece descrito en el prólogo de esta obra. Al leer ese texto firmado por Lauren Mendinueta, el lector no puede dejar de sentirse cautivado por lo que propone, mostrar la poesía colombiana como »un espejo en el que se refleja (su) sociedad« (p.15), en esa extrañesa resultante del hecho de que la poesía es opuesta y, al mismo tiempo, fiel a  la realidad.

Digamos de una vez que esta tesis, que aparentemente tiene todo el sentido en el caso colombiano, es muy poco recomendable en la generalización que las palabras de la autora, a pesar de su llanura, dan a entender. Basta pensar unos segundos en neustra propia historia, también ella marcada por una serie de periódos oscuros, y que no por eso fueron poéticamente los más enriquecedores. Parece que la historia de la poesía nos permite concluir que su florecimiento o su agonía dependen mucho más de los poetas y poco de los acontecimientos. Lo que actualmente se escribe en Portugal es, en parte, prueba de lo que acabo de decir.

 

Esto no afecta, de ninguna manera, el mérito de este trabajo, al cual debe darse el mayor de los destaques. Después de leer el prólogo no es difícil intuir que la llegada las librerías de esta antología se debe, en casi toda su dimensión, al esfuerzo personal de Lauren Mendinueta. Pero también al excelente trabajo de Nuno Júdice, que tradujo cerca de 400 páginas de poemas de más de sesenta poetas.

Pero, incluso así, esto no es impedimento para llamar la atención hacia algunos aspectos menos logrados de esta antología. En el principio del prólogo la autora dice que “esta no es una antología crítica ni exhaustiva. De haber sido crítica reseñaría menos autores, de haber sido exhaustiva incluiría necesariamente muchos más” (p.14). Una antología crítica no se refiere propiamente a un criterio cuantitativo, pero sí a un trabajo de construcción y sistematización de una propuesta de lectura que tendrá, normalmente, un resultado menos inclusivo. No es por el número de poetas incluidos que esta antología no es crítica, sino por la falta de criterio en la selección, que se debe en parte al número de poetas escogidos, pero principalmente a los pocos poemas escogidos de cada poeta, a la falta de pistas de lectura sugeridas en el prólogo o a las cortas notas biográficas y a la incapacidad de, tanto estos elementos como la selección de los poemas, dar a entender a los lectores las singularidades, las propuestas y tensiones de la poesía colombiana entre 1865 y 1965.

Este sistema de presentación y de selección tienen el gran inconveniente de nivelar por lo bajo las antologías. Los pocos poemas que se eligen por cada autor (normalmente tres o cuatro) impiden que se destaque que hay grandes poetas nacidos en este periodo de la literatura colombiana. Merecían mayor destaque autores como Guillermo Valencia, León de Greiff, Álvaro Mutis o Gonzalo Arango, este último, incluso así, antologado con algunos de los más interesantes versos de este libro: Éramos dioses y nos volvieron esclavos./Éramos hijos del Sol y nos consolaron con medallas de lata./Éramos poetas y nos pusieron a recitar oraciones pordioseras.( p.165) En este mismo sentido, admitiendo que en cien años de poesía Colombia ha producido muchos más poetas merecedores de se antologados, no es por esto que la selección deja de se bastante inclusiva y que, en un último análisis, termina por conducir a una acumulación de poemas que, salvo la cronología, ni viene ni  va para ninguna parte. En otras palabras, al terminar la lectura de “Un país que sueña” uno queda conociendo a más de sesenta poetas colombianos, pero, infelizmente, poco conocerá de la poesía colombiana. Es de lamentar que sea así, principalmente porque queda por demostrar aquello que se escribió en el prólogo: Colombia es “un país en el que se escribe una gran literatura” (p. 17) o “es un país de poetas”. (p. 14)

Por otra parte, cuando Lauren Mendinueta destaca la relevancia que los periodos de convulsión y violencia de la historia colombiana tuvieron en las obras de gran parte de los poetas antologados, habría sido interesante que este libro procurase en parte mostrar eso mismo, lo que ocurre solo en algunas excepciones, como en los poemas escogidos de María Mercedes Carranza, una de las mejores secuencias de este libro: : Las ventanas muestran paisajes destruidos,/ carne y ceniza se confunden en las caras,/en las bocas las palabras se revuelven con miedo./ En esta casa todos estamos enterrados vivos.(p. 253) o “El asesino danza la Danza de la Muerte:
/ un paso adelante, una bala al corazón,
/

un paso atrás, una bala en el estómago.(…) /Todas las lenguas de la tierra maldicen al asesino. (p. 256)

Los reparos que se hicieron deben, incluso así, ser atenuados. Es de elogiar que alguien invierta semejante esfuerzo personal en la divulgación de poesía, ya que aunque fuera  tan sólo por eso, esta antología merece un enorme elogio. E, todavía más, porque en 400 páginas de poemas hay momentos que consiguen superar el tono general al que los problemas de trabajo formal acabaron por conducir: “La poesía es la única compañera/ acostúmbrate a sus cuchillos/ que es la única. (de Raúl Gómez Jattin, p. 245).

 

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Por Lauren Mendinueta

Fernando Charry Lara nació en Bogotá en 1920. Comenzó su carrera de escritor en 1949 con la publicación del libro de poemas, Nocturnos y otros sueños, acompañado de un prólogo de Vicente Aleixandre. La aparición de este primer volumen de poesías le aseguró un puesto de máxima importancia en las letras colombianas. Su obra se caracteriza por la brevedad, sólo tres libros de poemas y cuatro de ensayos en cincuenta y cinco años de carrera literaria, y por las reminiscencias con las que va poblando un universo de fantasmas y sombras que rondan al lector y lo enfrentan con lo trascendente.

OLVIDO

Los días que uno tras otro son la vida…

…………..Aurelio Arturo

.

La trémula sombra ya te cubre.

Sólo existe el olvido,

desnudo,

frío corazón deshabitado.

Y ya nada son en ti las horas

las taciturnas horas que son tu vida.

Ni siquiera como ceniza

oculta que trajeran

los transparentes

silencios de un recuerdo.

Nada. Ni el crepúsculo te envuelve,

ni la tarde te llena de viajes,

ni la noche conmueve tu obstinada

nostalgia del amor, cuando

una tácita doncella surge de la sombra.

Oh corazón, cielo deshabitado de los sueños.

(1949)

La poesía, como la verdad, como la verdad misma que ella es, habla de lo presente en lo pasado, propone para un hombre lo que quiere decir de aquel otro, apunta a lo propio cuando quiere dar en lo ajeno, con ingeniosos rodeos viene siempre a parar en el punto de su intención. Todo esto se hizo para mí aún más claro cuando supe de la reciente muerte de Fernando Charry Lara en Washington (julio de 2004). Mi memoria me trasportó enseguida a su libro Pensamientos del amante (1980), en el que aparece publicado el poema «Rivera vuelve a Bogotá». En éste, uno de los más bellos poemas de la literatura colombiana, cuenta su experiencia cuando siendo un niño de siete años acompañó, tomado de la mano de su padre, el regreso del cadáver de José Eustasio Rivera a Bogotá: «la tarde en que logran regresarlo» desde Nueva York «a la ciudad que amó».

Más de una coincidencia hay en la historia de los dos escritores: ambos fueron abogados; ejercieron como maestros y ocuparon importantes cargos públicos: José Eustasio Rivera como diplomático y Fernando Charry Lara como director de la Radiodifusora Nacional y de Extensión Cultural de la Universidad Nacional de Colombia; sus obras son breves pero excepcionales y la muerte los encontró en un mismo país y los devolvió como cadáveres «sin la duda de para qué ni para quién se escribe». Cuando hayan pasado muchos años, tal vez, o quizás muy pronto, no hay tiempo en la mente que nos mida por igual, algún poeta traerá «efímeras», y para siempre, «al recuerdo estas cosas».

Fundación, Colombia,  julio 30 de 2004

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Otra excelente noticia.

Mi ensayo titulado “La vida profanada y su memoria, una lectura de la obra Casa Viuda de Doris Salcedo”, ha sido declarado ganador del Premio Nacional de Ensayo y Crítica de Arte 2011 (Universidad de los Andes, Ministerio de Cultura de Colombia). Resolución No. 2279 del 31 de octubre de 2011

Categoría Ensayo Breve

Jurados:

María Margarita Malagón

Nicolás Morales

Mario Bellatin

La vida profanada y su memoria: Una lectura de la obra Casa Viuda de Doris Salcedo (Clik para leer)

seudónimo Anonimus (Lauren Mendinueta)

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Escribo esta carta como respuesta a un largo comentario que me envió Javier Travieso a propósito de los diez años de la publicación de Inventario de Ciudad (ver los comentarios de la entrada anterior).

Apreciado Javier:

Tal vez publicar un libro sea para algunos lo más importante que les ocurra en la vida, aunque para el resto del mundo no sea más que un acontecimiento banal. Los libros, y más los de poesía, suelen pasar por las librerías sin pena ni gloria, y eso por no mencionar sus escasas reseñas. Inventario de ciudad tuvo sólo una que me alegró muchísimo porque apareció en un periódico nacional, aunque al final no sirvió ni para hacerme más conocida ni para que el libro se vendiera mejor. Publicamos nuestro primer, segundo y tercer libro y seguimos siendo casi tan anónimos como siempre y los escritores mayores nos continúan mirando con las mismas reservas.

Grandes poetas, y me refiero a personas que en verdad cambiaron la literatura, como Fernando Pessoa y Emily Dickinson, apenas si editaron en vida y, sin embargo, qué sería de la literatura universal sin ellos. Emily Dickinson, lo sabemos por sus cartas, se enojó con su cuñada por publicar sin su consentimiento un par de poemas suyos en un periódico local. Ver su nombre en letras de molde no ilusionaba a Emily. Me dirás que poetas como Pessoa y Dickinson son excepcionales. Te concedo toda la razón. Para los demás mortales el asunto es otro.

Publicar es bueno porque impone una distancia necesaria entre lo que hacemos y lo que somos capaces de hacer. Cuando veo un poema mío publicado en un blog, en una antología o en un libro, no lo miro como la misma indulgencia que miro a mis hijos. Lo leo como si lo hubiera escrito mi peor enemigo y trato de ser dura en mi juicio, censurándolo, búrlándome y si es necesario renegando de él. Ya expulsé varios de mis poemas a puntapiés y no quiero volverlos a ver en mis libros futuros. Publicar no siginifica perder el control sobre lo propio. Yo nunca menciono el título de mi primer libro con la esperanza de que nadie se acuerde de que existe. Sé que Antonio Sarabia anda en busca, desde hace dos décadas, de los ejemplares que resten de su primer libro publicado, que casualmente es un poemario, para quemarlos sin piedad.
Publicar es un acto que puede traer alegrías, pero te aseguro que la mayoría son efímeras. Tengo mucho que agradecerle a mis primeros poemarios. Gracias a ellos, por ejemplo, me invitaron por primera vez a un encuentro de escritores en Europa. Aquello fue maravilloso, porque yo no tenía dinero para hacer un viaje así por mi cuenta. El viaje duró tres semanas: Viena- Graz-Venecia- Paris, y sin embargo al regresar a mi pueblo nada había cambiado. Yo había cambiado un poco tal vez, pero me parece que nadie se dio cuenta. Entendí que no escribía para comunicarme con el mundo. Muchas personas, incluidos mis padres, me dijeron que debía dedicarme a otra cosa, o resignarme a morir de hambre, pero no me importó. Yo escribía porque me sentía sola y la vida en soledad es muy dura. Escribía para llenar un vacío que me acompañaba como una marca de nacimiento.
Desde hace unos meses te leo. No sabía que tenías 19 años, te pensaba un poco mayor. Me gusta lo que haces, tienes mucho talento. Y me honra tenerte entre mis lectores. No me cabe duda que algún día publicarás tú también. Cuando mire tu libro en los anaqueles me preguntaré si publicar se ha revelado para ti como “el hecho más importante de tu vida”. Espero sinceramente que no. Que vivirás muchas experiencias más trascendentales que ésa.
En esta carta te he dejado un puñado de ideas personales, imagino que te servirán de muy poco. Para decirlo con una frese hecha: cada escritor es un mundo. Sólo me queda agradecerte que me hayas escrito, trataré de sentirme “un todo, una pieza en el genio histórico”, como me dices, pero no sé si lo lograré. No paso de ser una escritora colombiana de provincia que ahora tiene la suerte de vivir en Lisboa.
Con afecto,
Lauren Mendinueta

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Giovanni Quessep nació en San Onofre, Sucre, en la costa norte de Colombia, el 31 de diciembre de 1939. Inició su carrera literaria con el libro El ser no es una fábula (1968), en el que aparece en seguida la elevación y la excelencia del lenguaje, la claridad de una voz que sin despreciar lo real se recrea en la fábula. Esta particular manera de comprometer el lenguaje, no con lo inmediato sino con lo legendario — en el que lo humano y sus frutos están hechos de la «misma materia aislada de los sueños»–, ha hecho que se le reconozca en la actualidad como uno de los poetas más importantes de Latinoamérica.

Quessep es un poeta singular dentro la tradición literaria latinoamericana. El lector no encontrará en sus libros posibles adhesiones o simpatías con los movimientos de vanguardia. Su voz se nutre de las fuentes clásicas, él no busca imnovar sino cantar, caso similar al de José Ángel Valente en España. En Quessep el paisaje no aparece ni como fundamento ni como decorado. Hombre y mujer en su poesía están encantados: «ya sin nombre de no ser la transparencia»; y la visión de su universo poético provoca en el lector la sensación de que ha llegado tarde, de que incluso, como Alicia, está «siempre a punto de desaparecer».

.

PARA GRAVAR A LA ENTRADA DEL JARDIN DESTRUIDO

Todo esto fue la alondra
Y hoy es polvo
Todo ausencia del laurel y la rosa
Pero si descendieras
Hasta el color o el vuelo
Verías crecer la luna
Las nubes que son otra
De las formas del tiempo.

(Duración y leyenda, 1972)

Todo aquello que ayer fue, hoy no existe; sin embargo ha quedado una señal que prueba la existencia de un mundo anterior al poema: el polvo. Es decir, la materia en estado de casi nada. El pájaro en la obra de Quessep actúa como símbolo que desencadena la tragedia, que devolverá lo encantado a la muerte. La alondra ha desaparecido justo antes de que el lector llegase hasta el poema. Pero hay una respuesta en la poesía de Quessep para la muerte de los encantados:

No todo es tuyo olvido
Algo nos queda
Entre las ruinas pienso
Que nunca será polvo
Quien vio su vuelo
O escuchó su canto.

Para Quessep la muerte es inferior a lo humano y por ello su poesía se desplaza hacia el terreno de la leyenda, al relato de lo inmaterial pero permanente.

Juan de Mairena escribió: «el diálogo de un hombre con su tiempo, es lo que el poeta pretende eternizar, sacándolo fuera del tiempo, labor difícil y que requiere mucho tiempo, casi todo el tiempo del que el poeta dispone». Giovanni Quessep lo ha hecho: Madrigales de vida y muerte (1977), Preludios (1980), Poesía (volumen que reúne su obra hasta 1980), Muerte de Merlín (1985) y Carta imaginaria (1998) dan vivo testimonio de ello.
El año pasado Galaxia Gutenberg publicó Metamorfosis del jardín – Poesía reunida (1968-2006), una verdadera joya de la que no deben privarse los lectores de poesía. Los dejo con un pequeña muestra.

POEMA PARA RECORDAR A ALICIA EN EL ESPEJO

Aquí lo legendario y lo real
Nuestra historia resulta semejante
A la de esa muchacha maravillosa que penetró en el espejo
Estuvo siempre a punto de desaparecer
Pero ninguno pronunció la fórmula que la devolviera al polvo
Ni Tweedledum ni Tweedledee ni la Reina ni el Rey Rojo
Que lo único que tenía que hacer era despertarse
Tal vez somos un cuento
Tal vez sin que nunca nos percatemos
La nave de Ulises
O el ruiseñor de Keats
(Ese pájaro no destinado a la muerte)
Digamos entonces que lo que ha sido un canto de la Odisea
Continuará siendo nosotros
Sin dejar de ser por eso el país de las maravillas
Y alguien podrá reconocernos
Al escuchar la historia no escrita todavía
En la historia castillo la historia luna múltiple
En la historia juguete destruido
La historia en fin cuando pasé una nube sobre Alicia

Tal vez somos la sombra de ese azul en su mano

.

VIGILIA

Pasos en el jardín. El vigilante
golpea la corteza del manzano
y hay pájaros que huyen, quedan otros
enjaulados en tiempo y luz de plata.
Fábulas no me encanten; velar quiero
mis armas esta noche o adentrarme
por el jardín y oír bajo mis pasos
los tréboles que guardan en el polvo
las maravillas de la blanca torre.
Debajo del manzano y a mi lado
una mujer hojea un viejo libro:
Demonios hay en torno y una fuente
refleja un ciervo, un tigre de Bengala.
Los pasos van y vienen y no saben
quién es el vigilante, el vigilado.

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Ayer 2 de abril, en la librería Bertrand de Chiado, aquí en Lisboa, asistí a un debate sobre la publicación de blogs en formato libro. Los participantes expusieron tres puntos de vista bien distintos, aunque los tres coincidían en el hecho de ser autores de blogs. Rui Tavares, por ejemplo, tenía además la experiencia de haber publicado su blog en forma de libro con dos tiradas de 5.000 ejemplares y un resultado en ventas bastante bueno para el sector portugués. En su intervención Rui, quien además es historiador, recordó brevemente la historia de los formatos de lectura, mencionando especialmente el paso que dio la humanidad hace 2.000 años al remplazar los antiguos rollos por los libros tal y como los conocemos hoy. Comparó los volúmenes de la antiguedad (rollos en forma cilíndrica) con la lectura que hacemos en pantallas por la forma lineal de lectura que impone el formato. También, durante su intervención defendió el libro impreso, tal y como lo conocemos, como el formato más agradable de lectura.

Isabel Coutinho, por el contrario, se mostró optimista con respecto a lo que nos ofrecen las nuevas tecnologías y compartió con nosotros varios adelantos del sector. Nos dijo, por ejemplo, que ya es posible usar marcadores en los e-books, o en el iPhone, e incluso hacer anotaciones en los márgenes, lo que rompe con el obstáculo de la lectura lineal en pantalla. Recordó además que los aparatos para leer libros siguen mejorando a gran velocidad para ofrecer un brillo en la pantalla más parecido al del papel en contacto con la luz. Otro tema interesante que tocó Isabel fue el de los blogs como escaparates para los nuevos escritores en busca de lectores o, incluso, de editor, compartiendo algunos testimonios exitosos al respecto.

José Mario Silva, en cambio, nos enseñó una buena muestra de blogs portugueses editados en formato libro, algunos de ellos con tirajes que alcanzaron los 45.000 ejemplares, y planteó los blogs como espacios para compartir los procesos de escritura. Así, por ejemplo, me enteré de que mi amigo el escritor brasileiro João Paulo Cuenca había escrito un blog al tiempo que redactaba su primera novela. En este blog relataba sus experiencias como escritor, sus aciertos, dudas y dificultades, lo que le fue dando notoriedad en los círculos literarios. De esto no hace más que un par de años y ciertamente hoy es un autor bien valorado tanto en américa, donde se le consideró uno de los mejores 39 escritores menores de 39 años en el 2007, como en Europa.

Al final se habló sobre el futuro del libro impreso en papel. Salvo Isabel, que es una verdadera defensora de los adelantos, los otros participantes defendieron a ultranza el libro tradicional. Después de una hora de conversación, la moderadora Anabela Mota Riveiro, quien lo hizo muy bien, abrió el debate al público. Mientras los escuchaba, pensé que quizás ellos tres, a pesar de ser menores de cuarenta años, no eran las personas más idóneas para responder a esta pregunta. El futuro de los libros estará en manos de nuestros nietos y bisnietos, generaciones que ya nacerán con al menos un computador en casa, que aprenderán a leer en pantallas digitales y que, tal vez, estarán mejor entrenados que nosotros para leer textos largos en formatos electrónicos. Quién sabe si incluso nuestros nietos y bisnietos, no estarán fisiológicamente mejor adapatados para las nuevas tecnologías. Al comentarlo en voz alta, Anabela hizo una comparación interesante: “es como si para nosotros la lectura en pantalla fuera una segunda lengua mientras que para las nuevas generaciones puede llegar a ser la lengua materna”. Sí, algo así, sucintamente, era lo que yo quería decir.

No creo que los libros lleguen a desaparecer por completo, siempre existiremos sus apasionados. Pero el panorama editorial puede cambiar en un tiempo muy corto. Imaginemos que los libros de texto escolares pueden ir en los discos duros de los portátiles de nuestros hijos. Aquí en Portugal, por ejemplo, el gobierno ha facilitado Los Magallanes: portátiles para niños y niñas en edad escolar por 50 euros. ¿No sería mucho más barato para nosotros los padres comprar CDs con los libros escolares? ¿No nos ahorraríamos un buen número de árboles con este solo gesto? Yo creo sinceramente que vamos para allá.

Para terminar quiero aclarar que este blog no ha recibido ningún tipo de propuesta para convertirse en libro. El título del post es sólo una traducción del nombre del debate al que asistí ayer. Ahora les toca opinar a ustedes.

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Desde hace 70 años existe un proyecto, naufragado en el mar de la burocracia colombiana, para recuperar la deteriorada estructura del Muelle de Puerto Colombia. En mi país decimos que todo nos llega tarde, menos la muerte y, lamentablemente en el caso del agonizante muelle es cierto. El pasado 8 de marzo, cuando el proyecto parecía a punto de concretizarse, se derrumbaron 200 metros de la estructura. Era un desastre anunciado: no en balde la gente decía desde hacía años que el muelle ya no era de concreto sino de galleta de sal. Ahora, con un tercio de la estructura devorada por el mar, su recuperación será sustancialmente más costosa, pero al menos, y ante la inminente desaparición del Monumento Nacional, el gobierno de Colombia ha dicho que sí se realizarán las obras. Es una intervención que ha pasado de ser urgente a convertirse en obligatoria si no queremos perder la memoria histórica del que fuera uno de los puertos más importantes de Sur América a principios del siglo XX.
La Foto, una imagen tristísima del mutilado muelle, la tomé de la edición de hoy del periódoco El Heraldo de Barranquilla.

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Yo soy como el picaflor
POEMA QUE NO ES DE BRECHT

por Ricardo Bada

 

Por todo el mundo de habla castellana, y Colombia no debe de ser una excepción, circula un poema firmado por Brecht y que no es suyo, ni siquiera lo robó, como tantas veces hizo.

Es un poema datado en 1945 y que dice así, traducido por mí directamente del original:
«Cuando los nazis buscaron a los comunistas / me callé / porque yo no era comunista. //
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas / me callé / porque yo no era socialdemócrata. //
Cuando buscaron a los católicos / no protesté / porque yo no era católico. //
Cuando me buscaron a mí / ya no había nadie / que pudiera protestar».

Recuerdo la primera vez que lo vi, me eché a reír, y me preguntaron por qué tanta hilaridad después de leer un poema tan serio. “Porque no puede ser de Brecht”. Tan seguro lo afirmé que quisieron saber las razones de mi certeza. “No hay sino una: el primer verso. Brecht era un cínico de siete suelas, pero no hasta el punto de escribir un poema afirmando que se calló porque no era comunista”.

Lo cierto es que pensé que todo se reducía a un error, y ni siquiera sabía quién pudiera ser

el autor de aquellos versos, pero con una regular insistencia me seguí encontrando el poema (eso sí, siempre en español) atribuido a Brecht. Comenté el tema con mi esposa, y ella creyó recordar haberlo leído alguna vez, en alemán, en los boletines de amnistía internacional.
Le rogué que tratase de ubicarlo, se puso en campaña, y lo encontró.

El autor fue el pastor protestante alemán Martin Niemöller, uno de los pocos ciudadanos del III Reich que se enfrentó a pecho descubierto con la barbarie nazi, sobreviviendo de puro milagro a los campos de concentración en que estuvo internado: los lúgubres Sachsenhausen y Dachau.

Ahora bien: una vez establecida la autoría del poema, lo que se planteaba era averiguar cómo
y por qué había sido atribuido a Brecht. Esa indagación me llevó mucho más tiempo, pero al final descubrí de qué manera se armó este malentendido.

En la temporada teatral 62/63, la Asociación de Mujeres Universitarias de Madrid puso en escena dos de las veinticuatro piezas de la obra Terror y miseria del Tercer Reich, de Brecht. Una de las dos piezas fue La mujer judía, y el director evidentemente debía de conocer el poema de Niemöller, puesto que lo integró en la traducción del texto de Brecht.

Pero con el tiempo, lo que no pasaba de ser un legítimo recurso intertextual, degeneró en una presunción tácita de autoría en favor de Brecht. La cosa no deja de tener cierta gracia si pensamos que Brecht ha sido uno de los piratas literarios más depredadores en los anales de la literatura, que entró a saco en la obra de clásicos y contemporáneos sin ningún escrúpulo y sin ningún remordimiento. Y el que a esta genial sanguijuela le hayan hecho el regalo de un poema que no robó él mismo, no deja de ser una simpática ironía de Clío, la diosa de la Historia.

Nota: Este artículo se publica en Inventrio gracias a la generosidad del escritor y periodista español Ricardo Bada, su autor.

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El viernes de la semana pasada mientras celebrábamos en Lisboa el matrimonio de un querido amigo, una señora, deconozco su nombre, interrumpió la cena para preguntar a quienes estábamos en la mesa (un cineasta, dos novelistas, un editor, una pintora, dos poetas y varios periodistas) cómo se llamaba la escritora que vivió muchos años con la fotógrafa Annie Leibovitz. Yo sé cómo se llama, le dije, es la autora del libro Sobre Fotografía y su novela En América es uno de mis libros favoritos. Entonces comenzaron los murmullos en la mesa, todos sabíamos por quién preguntaba, pero nadie recordaba el nombre. Es la autora de Cuestión de Énfasis, tiene una novela muy famosa, El Amante del Volcán. Sí, sí, sí, todos sabíamos de quién se hablaba, pero no podíamos recordar su nombre. La del mechón de pelo blanco, aportó alguien más. Antonio Sarabia dijo que nuestro amigo Daniel Mordsinski había sido el único fotógrafo presente durante su entierro en Paris. ¿Qué hora es? preguntó Antonio, más de las 11, imposible llamar a Daniel a esa hora. Todos seguíamos intentando recordar su nombre. Entre más tiempo pasaba, peor me sentía conmigo misma: es una de mis autoras favoritas, incluso tengo un libro dedicado por ella para mí. Eso sucede, me dijo Antonio. Y, de repente, alguien lo verbaliza: se llama Susan Sontag. Claro que es Susan Sontag (todos parecemos aliviados), y yo me pregunto cómo fue posible que lo olvidara ¿me estaré haciendo vieja? No, todavía no. No tengo excusa. Nada me queda más que pedirle una disculpa pública, donde quiera que ella esté espero que la acepte. 

La de Susan Sontag (Nueva York, 16 de enero de 1933 – Nueva York, 28 de diciembre de 2004) es una de la plumas más lúcidas de la lengua inglesa. Sus ensayos tocan una gran variedad de temas, pintura, fotografía, literatura y actualidad. El prólogo que reproduzco más abajo, acompaña la publicación en Inglés, en 1994, de Pedro Páramo del mexicano Juan Rulfo. Es una lectura sagaz y penetrante que invita a conocer una de las obras cumbres de la lengua española. Si ya la leyeron les encantará recordarla, si no la han leído, por favor, no lo dejen para mañana, se están perdiendo un libro maravilloso. No les cuento más, que sea la misma Sontag la que hable.

PEDRO PÁRAMO 



”Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté sus manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo”. Con las oraciones iniciales de Pedro Páramo de Juan Rulfo, al igual que con el comienzo de Michael Kohlhaas, la novela corta de Kleist, y de La marcha de Radetzky, la novela de Joseph Roth, nos sabemos en manos de un narrador magistral.

Estas frases cautivadoras, que por su concisión y franqueza atraen al lector hacia el libro, tienen una suerte de bruñido, de algo ya dicho, como el comienzo de un cuento de hadas.

Pero la diáfana apertura del libro es apenas la primera jugada. En efecto, Pedro Páramo es una narración mucho más compleja de lo que hace suponer su inicio. La premisa de la novela -una madre muerta que lanza a su hijo al mundo, la busca de un hijo en pos de su padre- se convierte en una estancia coral en los infiernos. La narración se ubica en dos mundos: la Comala del presente, hacia la que viaja Juan Preciado (el “yo” de las primeras oraciones), y la Comala del pasado, el pueblo de los recuerdos de su madre y de la juventud de Pedro Páramo.

La narración alterna la primera y la tercera personas, el presente y el pasado. (Las grandes narraciones no sólo están contadas en pretérito, sino que versan sobre el pretérito). La Comala del pasado es un pueblo de gente viva. La Comala del presente está habitada por los muertos, y los encuentros de Juan Preciado cuando llega a Comala son con ánimas. Páramo es la llanura árida, la tierra yerma. No sólo el padre al que busca está muerto, sino todas las demás personas del pueblo. Como están muertos, no tienen nada que expresar sino su esencia.



“Hay muchos silencios en mi vida -dijo Rulfo alguna vez-. Y también en lo que escribo. ”

Rulfo ha recordado que albergó Pedro Páramo en su interior muchos años antes de que supiera cómo escribirla. Más bien redactaba cientos de páginas que después desechaba: alguna vez calificó su novela como un ejercicio de eliminación. “La práctica de escribir los cuentos me dio disciplina -señaló-, y me hizo darme cuenta de que era necesario desaparecer y dejar que mis personajes fueran libres de hablar como quisieran, lo que causó, al parecer, una falta de estructura. Sí hay estructura en Pedro Páramo, pero es una estructura hecha de silencios, de hilos sueltos, de escenas cortadas, en la que todo ocurre en un tiempo simultáneo que es un no tiempo”.



Pedro Páramo es un libro legendario de un escritor que, en vida, también se convirtió en leyenda. Rulfo nació en 1917, en un pueblo del estado de Jalisco; llegó a la Ciudad de México cuando tenía quince años, estudió Derecho en la universidad y comenzó a escribir, aunque no a publicar, a finales de los años treinta. Sus primeros relatos aparecieron en revistas en los años cuarenta, y en 1953 vio la luz una colección de cuentos. Se tituló El llano en llamas. Dos años después apareció Pedro Páramo. Los dos libros establecieron la originalidad y autoridad de una voz sin precedente en la literatura mexicana. Callado (o taciturno), cortés, quisquilloso, docto y sin pretensión alguna, Rulfo fue una suerte de hombre invisible que se ganaba la vida con medios completamente ajenos a la literatura (durante años fue vendedor de neumáticos), que se casó y tuvo hijos y que pasó casi todas las noches de su vida leyendo (“viajó en los libros”) y escuchando música. También fue enormemente célebre y venerado por sus colegas. Es raro que un escritor publique sus primeros libros cuando ya media los cuarenta años, y más raro aún que esos primeros libros sean reconocidos de inmediato como obras maestras. Y es más raro todavía que tal escritor nunca publique otro.

Una novela titulada La cordillera fue anunciada por el editor de Rulfo durante muchos años, desde principios de los sesenta, pero el autor la dio por destruida pocos años antes de su muerte en 1986.

Todos le preguntaban a Rulfo por qué no publicaba otro libro, como si la meta de la vida de un escritor fuera seguir escribiendo y publicando. En realidad, la meta de la vida de todo escritor es producir un gran libro -es decir, una obra perdurable-, y es lo que hizo Rulfo. No merece la pena leer un libro una vez si no merece la pena leerlo muchas veces. García Márquez ha señalado que después de descubrir Pedro Páramo (que con La metamorfosis de Kafka fue la lectura más influyente de sus primeros años como escritor) podía recitar extensos pasajes de memoria, y que a la postre llegó a recordarlo enteramente: tanto lo admiraba y quería saturarse de él.



La novela de Rulfo no es sólo una de las obras maestras de la literatura universal en el siglo XX, sino uno de los libros más influyentes del siglo; en efecto, sería difícil exagerar su influencia en la literatura en castellano durante los últimos cuarenta años. Pedro Páramo es un clásico en el sentido más cabal del término. En retrospectiva, parece un libro que tenía que haber sido escrito. Ha influido profundamente en la producción de la literatura y continúa resonando en otros libros. La nueva traducción de Margaret Sayers Peden, la cual cumple la promesa que le hice a Rulfo cuando nos conocimos en Buenos Aires poco antes de su muerte: que Pedro Páramo se publicaría en una versión en inglés precisa y sin cortes, es un importante acontecimiento literario. (1994)

Tomado del libro Cuestión de Énfasis uno de los últimos trabajos de Susan Sontag, publicado en español por el sello Alfaguara. Se trata de una recopilación de ensayos sobre cuestiones literarias y artísticas que marcaron la centuria pasada. La foto de Susan Sontag es de Annie Leibovitz y la imagen de la portada de la edición a la que se refiere el texto.

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